¿Por qué la falta de calidad en las construcciones de los años 70 compromete la eficiencia energética actual?

Las viviendas levantadas durante la década de 1970 representan una parte significativa del parque inmobiliario español y europeo. Ese periodo estuvo marcado por un crecimiento demográfico acelerado y una necesidad urgente de construir nuevas residencias en poco tiempo. Sin embargo, esta rapidez en la ejecución vino acompañada de decisiones que hoy pesan sobre los propietarios actuales en forma de facturas energéticas elevadas, disconfort térmico y un impacto ambiental considerable. Comprender las razones de esta ineficiencia energ ética heredada resulta fundamental para abordar con garantías la rehabilitación energ ética de estos inmuebles.

El contexto del boom inmobiliario de los años 70 y sus consecuencias

La urgencia constructiva frente a la calidad: prioridades de una época

Durante los años setenta, el sector de la construcción vivió un periodo de expansión sin precedentes en muchos países europeos. La demanda de vivienda crecía a un ritmo vertiginoso debido a fenómenos como el éxodo rural, el aumento de la población urbana y la consolidación de una clase media que aspiraba a tener su propia propiedad. En ese escenario, las autoridades y los promotores inmobiliarios priorizaron la velocidad y el volumen de construcción frente a la calidad y la durabilidad de las edificaciones. La presión por entregar miles de viviendas en plazos ajustados relegó a un segundo plano consideraciones como la eficiencia energ ética, que en aquel entonces no constituía una prioridad ni en la normativa ni en la conciencia colectiva.

Este contexto se vio acentuado por la crisis energ ética que estalló en 1973 con el embargo petrolero, un evento que expuso la dependencia de las economías desarrolladas de los combustibles fósiles y cuestionó el modelo energético vigente. A pesar del impacto inmediato en los precios del petróleo y en la disponibilidad de energía, las decisiones constructivas de la época no incorporaron de manera efectiva estrategias de ahorro energ ético. En cambio, se siguió apostando por sistemas de climatización basados en consumos intensivos de energía para compensar las deficiencias estructurales de los edificios. Esta paradoja marcó el legado de las construcciones de los años setenta, cuyo patrimonio arquitect ónico actual demanda intervenciones profundas para adaptarse a las exigencias de sostenibilidad contemporáneas.

Materiales y técnicas empleadas que hoy resultan obsoletas

Los materiales y técnicas constructivas empleados en aquella década respondían a criterios de economía y rapidez más que a la eficiencia térmica. El hormigón armado se convirtió en el protagonista indiscutible de las estructuras, con un uso intensivo que caracterizó incluso corrientes estilísticas como el brutalismo. Este material, si bien resistente y de rápida puesta en obra, presentaba serias limitaciones en cuanto a su comportamiento térmico cuando no se combinaba con sistemas de aislamiento adecuados. Las fachadas solían construirse con muros de carga de ladrillo cerámico de espesor reducido, sin cámara de aire ni aislante térmico interpuesto, lo que provocaba una transmisión directa del calor o el frío hacia el interior de las viviendas.

Las carpinterías metálicas de acero o aluminio sin ruptura de puente térmico eran la norma, y los vidrios simples permitían pérdidas energéticas significativas a través de las ventanas. Las cubiertas, por su parte, carecían en muchos casos de cualquier tipo de aislamiento bajo la impermeabilización, convirtiendo las últimas plantas en espacios extremadamente calurosos en verano y fríos en invierno. Además, las técnicas de ejecución no siempre garantizaban la estanqueidad al aire, generando infiltraciones y corrientes que incrementaban la demanda de calefacción y refrigeración. Todo este conjunto de decisiones técnicas, comprensibles en su momento histórico, resulta hoy completamente obsoleto frente a los estándares modernos de eficiencia energ ética y confort térmico.

Principales deficiencias constructivas que afectan el consumo energético

Aislamientos térmicos inexistentes o insuficientes en fachadas y cubiertas

Una de las carencias más evidentes de las edificaciones de los años setenta reside en la ausencia total o parcial de aislamiento térmico en la envolvente del edificio. Las fachadas, al carecer de material aislante en su composición, presentan valores de transmitancia térmica muy superiores a los límites exigidos por las normativas actuales. Esta situación implica que durante el invierno el calor generado en el interior se disipa rápidamente hacia el exterior, obligando a los sistemas de calefacción a trabajar de manera continua para mantener una temperatura confortable. En verano ocurre el fenómeno inverso, con una ganancia de calor excesiva que sobrecarga los equipos de aire acondicionado.

Las cubiertas constituyen otro punto crítico, especialmente en edificios con cubierta plana, donde la falta de aislamiento térmico provoca pérdidas de calor significativas. Se estima que las pérdidas energéticas a través de la envolvente del edificio pueden alcanzar entre el treinta y el cuarenta por ciento del consumo total en calefacción, una cifra que ilustra la magnitud del problema. La renovación de estos elementos mediante la incorporación de aislamiento térmico interior o exterior representa una de las medidas más efectivas para reducir el consumo energético, aunque requiere intervenciones complejas que deben equilibrar la mejora funcional con el respeto al patrimonio arquitect ónico existente.

Puentes térmicos y filtraciones de aire en cerramientos y carpinterías

Además de la ausencia de aislamiento continuo, los edificios de los años setenta presentan numerosos puentes térmicos, zonas puntuales de la envolvente donde se produce una transmisión de calor mayor que en el resto de la fachada. Estos puentes térmicos aparecen en encuentros entre forjados y fachadas, en cajas de persiana, en los cantos de los balcones y en las uniones de carpinterías con el muro. La consecuencia directa es una reducción del confort térmico, con aparición de zonas frías en invierno que favorecen la condensación y la aparición de moho, problemas que afectan tanto a la habitabilidad como a la salud de los ocupantes.

Las carpinterías antiguas, fabricadas sin criterios de eficiencia, permiten filtraciones de aire incontroladas que incrementan la demanda de climatización eficiente. Estas fugas de aire representan hasta un quince por ciento de las pérdidas energéticas totales en algunos casos. La sustitución de las ventanas antiguas por ventanas eficientes con vidrios dobles o triples, marcos con ruptura de puente térmico y sellos térmicos adecuados resulta imprescindible para mejorar el comportamiento energético del edificio. La correcta instalación de estas nuevas carpinterías, garantizando la estanqueidad al aire y evitando nuevos puentes térmicos, es igualmente crucial para maximizar el beneficio de la intervención.

Impacto económico y medioambiental de la ineficiencia energética heredada

Sobrecostes en facturas de climatización para los propietarios actuales

Los propietarios de viviendas construidas en los años setenta soportan un coste económico elevado derivado de la ineficiencia energ ética de sus hogares. La necesidad de mantener sistemas de calefacción y refrigeración en funcionamiento durante periodos prolongados para compensar las deficiencias de la envolvente se traduce en facturas energéticas que pueden duplicar o triplicar las de edificios más modernos o rehabilitados. Este sobregasto constituye una carga económica permanente que afecta especialmente a familias con recursos limitados y personas mayores, muchas de las cuales habitan en estas construcciones.

El ahorro energ ético que se puede lograr mediante una rehabilitación energ ética integral es considerable. Las intervenciones en tejado y fachada pueden reducir el consumo energético entre un treinta y un cuarenta por ciento, mientras que la renovación de ventanas aporta ahorros adicionales de hasta un quince por ciento. Estas cifras demuestran que la inversión en mejoras energéticas no solo contribuye a la sostenibilidad ambiental, sino que también genera un retorno económico a medio plazo en forma de ahorro de dinero en las facturas. Además, la revalorización del inmueble que resulta de estas actuaciones incrementa el valor patrimonial de la propiedad, un aspecto cada vez más relevante en un mercado inmobiliario que valora positivamente la certificación energ ética favorable.

Contribución al desperdicio energético y emisiones de CO2

Desde una perspectiva medioambiental, el parque inmobiliario construido en los años setenta representa una fuente significativa de emisiones de dióxido de carbono. El elevado consumo energético necesario para climatizar estas viviendas se basa en gran medida en combustibles fósiles, ya sea de manera directa mediante calderas de gasóleo o gas natural, o indirecta a través de la red eléctrica. Este modelo de consumo contribuye de forma notable al calentamiento global y al deterioro de la calidad del aire en las ciudades.

La reducción de emisiones que se puede alcanzar mediante la rehabilitación energ ética de estos edificios es sustancial. Al disminuir la demanda energética gracias a mejoras en la envolvente y a la instalación de sistemas de climatización eficientes, como bombas de calor de alta eficiencia o suelo radiante, se reduce proporcionalmente la huella de carbono de cada vivienda. La integración de energ ías renovables, mediante la instalación de paneles solares en tejados no visibles o el uso de tejas solares, amplifica este efecto positivo al sustituir fuentes de energía contaminantes por alternativas limpias. Estas actuaciones alinean el patrimonio arquitect ónico existente con los compromisos internacionales de reducción de emisiones y con las normativas ambientales cada vez más exigentes.

Soluciones de rehabilitación energética para edificios de los años 70

Sistemas de aislamiento por el exterior (SATE) y mejora de envolventes

La rehabilitación energ ética de edificios de los años setenta requiere intervenciones técnicas específicas que aborden de manera integral las deficiencias constructivas. Una de las soluciones más efectivas consiste en la aplicación de sistemas de aislamiento t érmico por el exterior, conocidos por las siglas SATE. Estos sistemas permiten envolver el edificio con una capa continua de material aislante que se fija a la fachada existente y se protege con un revestimiento final. Esta técnica presenta múltiples ventajas: elimina los puentes térmicos, mejora el comportamiento térmico de la envolvente del edificio, protege la estructura frente a las variaciones de temperatura y no reduce la superficie habitable interior.

Además del aislamiento de fachadas, resulta imprescindible actuar sobre la cubierta, incorporando capas de aislamiento bajo la impermeabilización o sobre ella, según las características del edificio. En casos donde la intervención exterior no sea viable por restricciones urbanísticas o de protección patrimonial, el aislamiento t érmico interior constituye una alternativa válida, aunque debe ejecutarse con especial cuidado para evitar problemas de condensación intersticial. El uso de materiales sostenibles compatibles con el edificio existente, como pinturas ecol ógicas, morteros y yesos de cal natural o maderas tratadas térmicamente, garantiza que la intervención respete tanto los criterios de eficiencia como los de sostenibilidad.

Renovación de instalaciones y certificación energética tras la intervención

La mejora de la envolvente debe complementarse con la renovación de las instalaciones de climatización e iluminación para maximizar el ahorro energ ético. La sustitución de calderas antiguas por bombas de calor de alta eficiencia, la instalación de suelo radiante o la incorporación de sistemas de iluminación LED con sensores inteligentes son medidas que reducen de manera significativa el consumo energético. La dom ótica y los sistemas de gesti ón inteligente permiten optimizar el funcionamiento de las instalaciones, adaptando el consumo a las necesidades reales de los usuarios y evitando derroches innecesarios.

Una vez completadas las actuaciones de rehabilitación, resulta obligatorio obtener una nueva certificación energ ética que refleje las mejoras realizadas. Este documento acredita el nuevo nivel de eficiencia del edificio y facilita su adaptación a las normativas ambientales vigentes. La certificación no solo es un requisito legal en caso de venta o alquiler, sino que también constituye una herramienta de valorización del inmueble, incrementando su atractivo en el mercado. Además, las administraciones públicas ofrecen subvenciones estatales y líneas de financiación específicas para promover la rehabilitación energ ética, lo que reduce significativamente los costes de la intervención y hace más accesible la modernización del parque inmobiliario heredado de los años setenta. Este conjunto de actuaciones permite transformar edificios obsoletos en viviendas confortables, eficientes y respetuosas con el medio ambiente, preservando al mismo tiempo el patrimonio arquitect ónico y contribuyendo a la sostenibilidad urbana.


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